Monday, February 17, 2014

La pobreza de Jesús



El Papa Francisco y la escultura “Jesus the Homeless”.

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El Papa Francisco comienza su Primer Mensaje de Cuaresma sabiamente pidiéndonos que nos centremos en Cristo. En particular, el Papa nos invita a contrastar la riqueza de Cristo con la pobreza de Cristo. “La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo”, nos dice el Pontífice: “su relación única con el Padre” es lo que le hace rico. Por el contrario, la pobreza de Cristo es “su modo de amarnos” sufriendo por nuestra causa. Podríamos añadir una tercera consideración, que sería el acto de “vaciarse”, de despojándose de su grandeza para encarnarse entre nosotros. Monseñor Romero nos da tres imágenes de Cristo que iluminan este punto.

LA TRANSFIGURACIÓN

La riqueza de Cristo, centrada en su papel como el Hijo en relación única con el Padre se revela en el relato del Evangelio sobre Su Transfiguración. Además de ser una de las primeras lecturas de la Cuaresma, el episodio es la base para la fiesta patronal nacional de El Salvador y, por tanto, Romero había estado predicando sobre la Transfiguración desde los 1950. Cuando Jesús vislumbra un destello de la luz radiante que emana, y la voz de Dios dice desde las nubes, “Este es mi Hijo amado, el de mis complacencias” (Mateo 17:05), Romero predica, Jesús nos está dejando conocer el secreto de su divinidad, y a la vez dándonos un anticipo de la gloria celestial a la que todos los hombres están destinados como Hijos de Dios. La riqueza de Jesús es una herencia compartida, ya que la glorificación del Hijo de Dios es la dignidad que Dios quiere para todos sus hijos, y simboliza la perfección alcanzada cuando el hombre es elevado por encima de lo terrestre y puesto en el plano celestial, libre de de toda tentación y del pecado. De hecho, dice Romero, la imagen de Jesús así exaltado es el icono perfecto de la liberación y hasta llega a llamar su predicación la “Teología de la Transfiguración” y no teología de la liberación, ya que se basa en una emancipación trascendente, espiritual.

CRISTO AYUNANDO EN EL DESIERTO

La otra imagen de Cristo de las lecturas de Cuaresma presenta a Cristo entrando en el desierto para ayunar y orar por cuarenta días y cuarenta noches. Es importante destacar que Cristo rechaza las tentaciones del poder, del éxito y del dominio presentada por Satanás, abrazando el hambre, la oscuridad y la insignificancia, y corriendo así la misma suerte que los pobres. Esta es la pobreza de Cristo, y viene presentada con el rico simbolismo que resalta la importancia de esta pobreza como una característica central de Cristo. Romero señala que la duración del tiempo que Jesús pasó en el desierto—cuarenta días y cuarenta noches—tiene un gran significado teológico en la Biblia hebrea. Moisés condujo a los israelitas cuarenta años por el desierto en busca de la tierra prometida, y cuarenta días fue el término que Elías pasó en su búsqueda espiritual. Por tanto, cuando Jesús aparece en la cima del monte Tabor rodeado de Moisés y Elías (véase el punto anterior sobre de la Transfiguración), está confirmando a Jesús como el profeta elegido de Dios. De hecho, señala Romero, entrando en el desierto, Jesús también figura como el nuevo Adán, solo que, el Jardín del Edén se yuxtapone contra este lugar de fieras y de muerte, que florecerá como un jardín sagrado debido a la espiritualidad radiante de Jesús y por su santa pobreza.

CRISTO BAJANDO DE LA MONTAÑA

La tercera escena implícita es la que simboliza la opción deliberada de Cristo de ponerse al lado nuestro, para volverse uno de nosotros. Para Romero, es la imagen de Jesús descendiendo de la cima, donde Él comulga solo con Dios Padre. “En sus expresiones de los evangelios tienen profundos modos de ver a Jesús”, nos dice Romero. “Mirémoslo bajando de la montaña, bajando de las alturas a confundirse en la llanura con el común de los hombres”. Estas palabras que Mons. Romero utiliza para expresar la idea son poderosas: nos dicen textualmente que se deja sumergir en el carácter común de la humanidad. En esencia, Cristo no sólo entra en la historia, Él se mezcla entre los hombres. En consecuencia, nos dice Romero: la prédica de Cristo, “no la arranquemos del contexto de toda la historia de Israel”. Y, por extensión, no se puede interpretar a Jesús sin que sus enseñanzas se filtren en la historia y el contexto de cada lugar donde se escucha su evangelio. Cuando Él se vacía a sí mismo, Jesús se hace accesible para todos nosotros.

La pobreza de Jesús nos enriquece, porque en lo que hizo pobre para caminar junto a nosotros, Cristo también comparte su riqueza, el tesoro espiritual de Su Reino.


Sigue: la pobreza es un rasgo espiritual valioso en la Iglesia.

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